Nadine Alemán presentó en Esquel (Argentina) su nuevo libro de cuentos: «Los nueve nudos del diablo», publicado por Sansón Editorial.
La publicación, que se suma a sus obras «17 simples cuentos» (2006), «Letal intensidad: poemas y tangos» (2009) y «El cura y la sucia» (2012), reúne nueve relatos breves de gran intensidad y creatividad narrativa, propios de su estilo literario, que atrae y sorprende siempre. Por supuesto que hablaremos de este conjunto de impactantes historias en una próxima reseña.
A continuación, un fragmento del relato «Alazán negro», perteneciente a esta valiosa y reciente edición:
ALAZÁN NEGRO
A Luis Cuadrado
Cuando se casan se visten de blanco. Y de blanco se visten en las playas en año nuevo. De blanco me dijeron que son las cosas finas, y la gente fina es flaca y blanca. La bondad parece que también es blanca.
Yo nací así. Le dijeron a mamá que yo tenía monocromatismo, que mi mundo se reduciría a la ausencia de color y que perdería agudeza visual cuando más luz hubiera. Todo al revés. Por eso sería que de chiquita me lo pasaba en el galpón, sentada en los fardos, jugando a adivinar quién pasaba por el portal y qué vendría a buscar. Y lo mejor era cuando entraba el alazán negro.
-Es un alazán, no es negro, es alazán, marrón rojizo, no es negro- me decía ofuscada Albina, una de mis cuñadas.
A mí no me importaba. Para mi vista sensible, percibir al alazán en el portal con sus orejas erguidas y su ronquido era de lo más placentero, prácticamente una melancolía dulce que me traía sosiego y seguridad.
-Sacate de encima a la ciega- solía decirle Albina decidida a mi hermano-. Esa chica tiene algo, ¿ves que todo lo ve al revés? Siempre tu mamá la protegió mucho, pero esta chica así trae desgracia- le horadaba Albina a mi hermano para apurar mi ausencia y a su vez, su titularidad absoluta en presencia y papeles.
Mis hermanos eran mellizos, y vivían hundidos en la tranquilidad de lo idéntico. Como idénticos eran ellos sus familias también lo eran. Todos tan blancos y tan iguales como sus intenciones. Idénticas.
Cada conversación que escuchaba de mis hermanos acerca de llevarme a un internado lejano, me llevaba al galpón, a los fardos a esperar la entrada del alazán y su diálogo reposado de patas inquietas y bufidos que me invitaban a caminar hasta los álamos, que me esperaban con su apaciguador sonido ondulante.
Más de una vez el chillido del alazán negro acompañado del manotazo les habían tirado los vasos. Los vasos que me traían mis cuñadas Blanca y Albina, siempre tan atentas con sus juguitos, vaya a saber de qué, que me llevarían lejos de este campo. Y así no más nos íbamos con el alazán hacia el bosque cercano que nos recibía en su pacífica y sinuosa oscuridad.
Durante mucho, mucho tiempo los cuatro Insistieron en mandarme a la iglesia, como si furtivamente pensaran que mi mundo en blanco y negro mudaría mi temperamento de hija tardía a una harpía de oscuras voluntades.
-¿Entonces la maldad es negra? - le pregunté a la monja.
-Claro, claro, la maldad es negra- sentenció la sor mientras salía apurada de la iglesia.
Texto completo disponible en el blog de la autora: http://nadinealeman.blogspot.com