7 de abril de 2015

Leyendo a Gabriela Mistral en su natalicio

Gabriela Mistral es para mí una poeta de cabecera. El primer libro de poesía que leí fue Desolación y, tras él, vino mi entrada a su inmensa poesía y prosa. Pero de todos los poemarios mistralianos el más significativo por la intensidad y la huella telúrica que despierta sentidos y conexiones con la vida es Lagar. Quizás los años me han permitido recorrerlo con nuevas lecturas. Es ella la voz presente de una mujer chilena trascendental.

Hoy la recuerdo en su natalicio con un poema al que siempre regreso, porque creo que en él se resume todo oficio poético:



PODA DE ALMENDRO
Podo el menudo almendro contra el cielo
con una mano pura y acendrada,
como se palpa la mejilla amada
con el semblante alado del anhelo.

Como creo la estrofa verdadera
en que dejo correr mi sangre viva,
pongo mi corazón a que reciba
la sangre inmensa de la primavera.

Mi pecho da al almendro su latido
y el tronco oye, en su médula escondido,
mi corazón como un cincel profundo.

Todos los que amaban me han perdido,
y es mi pecho, en almendro sostenido,
la sola entrega que doy al mundo…

Portada: Editorial Andrés Bello, Santiago de Chile.

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