23 de noviembre de 2011

MAREA ALTA: Un poema de ALALIA

La noche es un astro entre nosotros.

Cabalga solitaria en la laguna.

Se ahogan las estrellas en la luna.

Cabalga la noche como un potro.



La hierba nos ata y no sabemos otro

sino el canto que se clava en la duna.

Se repite el silencio en la laguna;

la noche es un astro entre nosotros.



En el mundo la tierra nos encuentra

simulando dos cuerpos que se duermen,

balanceados como frutas siniestras.



Padecemos la luz mientras se adentra

el sentimiento con su capa inerme.

Vamos creyendo que la noche es nuestra.


De Alalia (1994). 

13 de octubre de 2011

Editan "Chile mira a sus poetas", una valiosa panorámica de la polifónica poesía chilena contemporánea


El Salón Irarrázaval de la Casa Central de la Pontificia Universidad Católica de Chile fue el lugar escogido para presentar el valioso y extenso volumen de poesía chilena "Chile mira a sus poetas: estudios y creaciones" (Editorial Pfeiffer, 2011), de las académicas Paula Miranda y Carmen Luz Fuentes. En el evento participaron los poetas Raúl Zurita, Teresa Calderón, Elicura Chihuailaf, Rafael Rubio,  Manuel Silva Acevedo y Paula Ilabaca, quienes homenajearon nuestra poesía, leyendo poemas de Ercilla (La Araucana), Neruda, Huidobro, Mistral y Carlos Pezoa Véliz. Destacó también la participación de trovadores, que rindieron homenaje al gran Santos Rubio (a quién escuché en más de una oportunidad en La Puntilla de Pirque), y el cantautor de gran talento, Chinoy.

La obra editada compendia una selecciónd e más de ciento veinte poetas, entre los que se encuentra Cristián Basso con el poema "Abriendo el higo", de Alalia. Cabe señalar que al encuentro asistieron destacados poetas nacionales que representan el carácter "pollifónico" de la gran poesía chilena.

12 de octubre de 2011

Verdadera poesía: Premio Nobel de Literatura 2011 al poeta Tomas Trastömer



Tomas Trastömer ha puesto a la poesía en el sitial que merece. Así lo anuncia un correo electrónico que circula por internet. Y es cierto. Entre tanto poema alejado de la visión más lírica y de alto vuelo creativo, la emoción y el regreso al mundo interior de su poesía nos conmueve. Un Premio Nobel para un grandísimo poeta.


LOS RECUERDOS ME MIRAN
Una mañana de junio es muy temprano
Para despertar, pero tarde para dormir de nuevo.
Debo ir a la hierba que está llena
De recuerdos, que me siguen con la mirada.
No se ven, se mezclan completamente
Con el fondo, camaleones perfectos.
Tan cerca que los escucho respirar
A pesar que el canto de los pájaros es estridente.



PUNTES DE FUEGO
Durante los meses tristes, centelleó mi vida sólo cuando hice el amor contigo.
Como la luciérnaga se enciende y se apaga, se enciende y se apaga- a medias puede uno seguir su camino
en la noche oscura del olivar.
Durante los meses tristes, estaba el alma desesperada y sin vida
pero el cuerpo caminó directo hacia ti.
El cielo de la noche rugió.
Sigilosamente ordeñábamos cosmos y sobrevivimos.



Poemas disponibles en: www.letralia.com 



26 de julio de 2011

Recordando al poeta Osvaldo Ulloa




La poesía va y viene, pero siempre está presente para el poeta y para quienes se asoman o se topan con ella; vuelve al ciclo de la aparición para deslumbrarnos o inquietarnos en el misterio de vivir y enfrentar cada día. Los poemas nos acompañan para darle a la razón una razón de ser sensible, a veces los olvidamos, porque nos centramos en el girar eterno de lo cotidiano, y se nos aparecen de pronto para despertarnos.

Cada poema es un regreso a la infancia, a la sorpresa de existir y a la vastedad de las certezas que se esconden en lo impactante que muchas veces debemos enfrentar. Recuerdo hoy a mis maestros en la poesía, con quienes trabajé en poesía como tallerista: María Bargetto y Samir Nazal: personas de gran valía humana y poética, de conocimiento generoso y sabiduría cercana. Pero hoy recordaré al poeta y maestro Osvaldo Ulloa (1954-2008), quien trabajó como discípulo del poeta Ernesto Cardenal en Nicaragua, dirigió talleres de poesía y es autor de los poemarios Poemas a Nati, Qué dirá la gente, Abrir los brazos para abrazar o volar, Poemas de Amor (a Lita Hurtado) y Manual para leer y escribir poesía.

En 1991, el poeta y profesor Osvaldo Ulloa dirigía el Taller de Poesía de la Corporación Cultural de Ñuñoa. Tenía yo quince años y decidí sumarme a sus clases de uno de sus talleres de poesía. Eran clases rigurosas, estimulantes y creativas, siempre acompañadas de uno de sus textos más conocidos Guía para talleres populares de poesía. Fue con el maestro Ulloa con quien aprendí en profundidad el legado de las vanguardias y el modo en que confirma el poeta su búsqueda de la belleza y de la verdad, puesto que si existía alguien que conocía el dolor, la alegría, la generosidad y el amor era él mismo. No tuve la ocasión de reencontrarme más adelante con el poeta y maestro de poetas, pero siempre le agradecí su generosidad artística e intelectual. Admiro su obra poética por esa fuerza expresiva por la coherencia del hombre que siguió una verdad y no una pose; sobre todo por su mirada crítica, juiciosa, orientadora que amó la libertad. Hoy lo recuerdo a tres años de su muerte. Aquí inscribo mi humilde homenaje.

Extracto de una entrevista al poeta Osvaldo Ulloa

Tú dices que la gente se vea a si misma; pero es una realidad que los libros de poesía casi no se venden y la gente a penas lee en Chile. Cuéntame tu opinión a cerca de esto

Justamente los libros no se venden porque no cumplen esos dos requisitos. Por una parte no reflejan la realidad objetiva y subjetiva de los lectores. Por ejemplo toda la capital está alterada y estresada con el Transantiago pero hasta el día de hoy yo no he visto ningún poema sobre el tema y no puede ser un tema menor si afecta a millones de personas. Así pasa con todo. Y en cuanto a la utilización de las palabras y devolverles su verdadero significado, pareciera que mientras más crípticos son los poetas son mejores. Pero eso yo creo que se debe a la mala formación intelectual porque se puede ser muy claro y escribir buena poesía.

Estoy de acuerdo con que el poema mejor es el que llega más claro al lector, así como toda obra de arte necesita un destinatario, pero ¿crees tú que en Chile exista una cultura y un público dispuesto a leer y disfrutar con la poesía?

Ese es otro tema. Y es algo que tiene que ver con la cultura del país. Chile fue un país culto donde venían de otras naciones a estudiar a nuestras universidades, pero eso es ya pasado. Las cifras dadas por los organismos competentes dan datos alarmantes. Por ejemplo que los analfabetos funcionales son un alto porcentaje de la población. Es decir, la gente sabe juntar las letras y las palabras pero no entiende las ideas que hay y los sentimientos que expresa un texto determinado. También se ha comprobado que hay un gran porcentaje de profesionales y estudiantes universitarios que no comprenden un texto de mediana complejidad. Esto es muy grave porque tiene que ver con la capacidad de pensar y sentir, las cuales están disminuidas en Chile y eso nos lleva a sentimientos primitivos y a formas elementales de pensamiento. En clases me sorprenden mis alumnos universitarios cuando me preguntan por el significado de palabras casi corrientes. No hay vocabulario y no se sabe leer. Leer se enseña y se madura en el arte de leer. Borges decía humildemente que no sabía que si era un buen escritor, lo que sí sabía es que era un buen lector. Un buen lector no surge solo ni se improvisa regalando un maletín de libros como pretende hacerlo el Ministerio de Cultura. Habría que comenzar enseñando a leer poesía que no es lo mismo que leer el diario.

(Entrevista de Sandra Maldonado: “Osvaldo Ulloa: La poesía devuelve el sentido a la palabra” . Disponible en: http://www.poesias.cl/reportaje_o_ulloa.htm)

Tres poemas suyos

1
No olvides el número de la clave de tu alegría


podrías quedar encerrado enterrado en ti mismo


podrías pasar la vida sin vida y sin darte cuenta


no olvides el número de la clave de tu alegría


esa cifra que escribieron las estrellas cuando fuiste niño


porque aunque no lo creas el número de la clave de tu alegría


no es el número de tu cuenta bancaria ni el número de tu casa


tampoco es el número de teléfono de tu amante


podrás olvidar las incontables veces que te has engañado


podrás olvidar las numerosas veces que te has propuesto cambiar


pero jamás debes olvidar el número de la clave de tu alegría


porque podrías quedar encerrado enterrado en ti mismo


Tienes que recordar tu infancia y esa noche estrellada


cuando la vida te dio la clave de tu risa.

2

EL BAILE



Cuando en la noche bailamos desnudos


desnudos hasta de nosotros mismos


vivimos en la música como en una dimensión


donde el espacio y el tiempo no existen:somos como dos


un fuego que no tiene principio ni fin.


3

No tenía qué comer


pero te tenía a ti, poesía


no tenía donde dormir


pero te tenía a ti, poesía


no tenía qué ponerme


te tenía a ti, poesía


cuando me empezó a ir bien


tuve una blanda cama


cuando fueron varias mis camisas


cuando ella empezó a amarme de


tú creyendo que era feliz


te fuiste lejos


dejándome ciego sordo mudo.








Textos e imagen disponibles en:




1 de julio de 2011

"Tiempo de vivir": Antología de poesía religiosa chilena

Este año se presentó en el Colegio San Agustín la edición de la antología de poesía chilena religiosa en conmemoración del Bicentenario de Chile "Tiempo de vivir", preparada por el destacado poeta y académico Juan Antonio Massone. Entre los textos seleccionados, se encuentra el poema "Unitivo", que pertenece a "El amor insecto" de Cristián Basso.




UNITIVO

Baja de pronto el ojo de Dios
en llanterío;
su dedo señala las nubes caídas
a lagos
a mareas
a solitarios transeúntes.

Sangra en todos los maderos.

25 de abril de 2011

Homenaje a Gonzalo Rojas tras su muerte

La literatura chilena despide hoy a uno de los grandes poetas del siglo XX: Gonzalo Rojas. Sin duda, su poesía seguirá conmoviéndonos e impresionándonos por su fuerza y su estética siempre musical, sonora, trascendente. Tuve la fortuna de escucharlo y compartir con él en 1992 en la Fundación Neruda. Desde este espacio, le rindo un sentido homenaje a él, a su obra poética y a lo que significa para un país vivir el duelo de uno de sus grandes hijos.


Uno escribe en el viento

Que por qué, que hasta cuándo, que si voy a dormir noventa meses,
que moriré sin obra, que el mar se habrá perdido.
Pero yo soy el mar, y no me llamo arruga
ni volumen de nada.

Crezco y crezco en el árbol que va a volar. No hay libro
para escribir el sol. ¿Y la sangre? Trabajo
será que me encuadernen el animal. Poeta
de un tiro: justiciero.

Me acuerdo, tú te acuerdas, todos nos acordamos
de la galaxia ciega desde donde vinimos
con esta luz tan pobre a ver el mundo.
Vinimos, y eso es todo.

Tanto para eso, madre, pero entramos llorando,
pero entramos llorando al laberinto
como si nos cortaran el origen. Después
el carácter, la guerra.

El ojo no podría ver el sol
si él mismo no lo fuera. Cosmonautas, avisen
si es verdad esa estrella, o es también escritura
de la farsa.

Uno escribe en el viento: ¿para qué las palabras?
Árbol, árbol oscuro. El mar arroja lejos
los pescados muertos. Que lean a los otros.
A mí con mis raíces.

Con mi pueblo de pobres. Me imagino a mi padre
colgado de mis pies y a mi abuelo colgado
de los pies de mi padre. Porque el minero es uno,
y además venceremos.

Venceremos. El mundo se hace con sangre. Iremos
con las tablas al hombro. Y el fusil. Una casa
para América hermosa. Una casa, una casa.
Todos somos obreros.

América es la casa: ¿dónde la nebulosa?
Me doy vueltas y vueltas en mi viejo individuo
para nacer. Ni estrella ni madre que me alumbre
lúgubremente solo.

Mortal, mortuorio río. Pasa y pasa el color,
sangra y sangra mi pueblo, corre y corre el sentido.
Pero el dinero pudre con su peste las aguas.
Cambiar, cambiar el mundo.

O dormir en el átomo que hará saltar el aire en cien mil víboras
cráter de las ciudades bellamente viciosas.
Cementerio volante: ¿dónde la realidad?
Hubo una vez un niño.

1960

De Contra la muerte, 1964.

Poema disponible en www.uchile.cl
Imagen disponible en www.islakokotero.blogsome.com

2 de marzo de 2011

Notas a la edición de VIVIR, ¿CUÁNDO COMIENZA? (Poesía Reunida) de Samir Nazal (1)


La gente que va sola, duerme sola;

el silencio se solaza con ella.


A su casa llega sola: no enciende luces.
La sombra osa abrazarla: vecina, se aproxima,
sigilosa: sienta sus blandos huesos
sobre el sofá y rebulle sus rodillas
contra la carne sola. Cruza las manos
la gente sola y accede a su promiscua
sonrisa. A veces, suspira o expectora
brutalmente. Alza la mano remisa
hacia eso.

El óleo consagrado de la calle
-consortes espectrales- pluraliza la espera.
Se esfuma el rostro en el espejo, hídrido,
acaso surge. Los retratos acechan
un asequible turno de perfumes.
Refugian los sueños: reflejan flecos,
borlas, tapices, cortinas, balcones,
enredaderas, el esbelto cenit.

La espalda de la gente sola es rugosa.
Ancha, comba, recelosa. Muy dura al tacto.

La gente sola no muere, queda sola.

Los versos anteriores pertenecen a Vivir, ¿cuándo comienza? (Poesía Reunida) del poeta y escritor Samir Nazal (1930-2008), obra en la que hemos trabajado con asombro, voluntad y rigor junto al escritor Daniel Pizarro (2) por más de dos años.

Contemporáneo y amigo de escritores de la Generación del 50 como David Rosenmann-Taub, Jorge Edwards, José Donoso y Armando Uribe, Samir Nazal nació en Limache en el seno de una familia de origen árabe, se educó en el Liceo Valentín Letelier de Santiago y estudió Derecho en la Universidad de Chile, para dedicarse más tarde por completo a las clases de castellano, de literatura y a los talleres literarios en los que formó a destacados escritores jóvenes, principalmente de la Generación de los 90 o, según la denominación de Maximino Fernández Fraile, de la Generación del 2002. El mismo “que escribía unos curiosos apuntes del natural y que influyó, quizá, en mi manera de enfocar el género de la crónica”, según Jorge Edwards o, en palabras de León Pascal, el “almirante vitalicio de la cultura underground santiaguina" que encontraba refugio para la confesión y la literatura en las noches a la usanza de la bohemia intelectual.

Uno de ellos

Cuando pienso en Samir Nazal, el estallido de imágenes que me asedia impide que lo vea o rememore en una sola construcción descriptiva que lo trace únicamente en su dimensión de escritor. Tendí tras su muerte a recrear cada conversación, anécdota y trabajo poético conjunto con la intención medio desdibujada de ordenar los recuerdos en una lógica que pretendía atesorarlos. Ingenua manera de revivir al maestro (apelativo que lo incomodaba), al amigo entrañable, al crítico severo y sensato, al poeta oculto, al lector imparable, al personaje ya mítico, al genio en contacto con lo profano y lo sagrado de la vida. Todo ello sin resultado esperanzador más que dejar que el tiempo otra vez ordenara la historia personal tamizada por la riqueza todavía misteriosa de su legado que aún falta por develar en muchos sentidos, pero renace a través de una vasta producción literaria que incluye inéditos de poesía, narrativa, crítica literaria y libretas personales que forman parte de un diario íntimo que al escritor le habría gustado titular Finis Cinis (Al final, la ceniza). Fue más generoso con la escritura de los jóvenes que con la propia.

A dos días de su funeral, regresé a su departamento en la calle Toesca, convocado por la familia Nazal, junto a otros cercanos al autor, para ser partícipe de la búsqueda y el hallazgo de su obra literaria que, a medida de que revisábamos manuscritos, notas y textos de diferentes épocas, nos fue deslumbrando cada vez más hasta darnos cuenta de que estábamos frente a un tesoro literario, lo que trajo consigo nuevas interrogantes con respecto a su opción por no publicar y la dificultad de decidir frente a textos que pertenecían a lúcidos proyectos literarios, algunos de los cuales se encontraban inacabados, pero por su indudable valor debían integrar el volumen de Vivir, ¿cuándo comienza? Poesía Reunida.

Fue sobrecogedor abrir la puerta y no encontrarlo, pero surgió de inmediato un compromiso real con el destino de sus textos. Cada uno de ellos se nos ofrecía como la apertura al descubrimiento de la voz (o las voces) que nos mostrarían más adelante en incontables sesiones al prolífico escritor que optó por el anonimato y la falta de interés por figurar en la “vida literaria” como lo confirma el poeta Premio Nacional de Literatura 2004 Armando Uribe cuando fue entrevistado por La Nación con motivo de la muerte del poeta: “Es de las personas que no necesitan la exposición pública, no tenía ninguna traza de exhibicionismo, como otros, dentro de los que me incluyo; él tuvo la enorme virtud de ser quien se es y quien se ha sido sin ningún teatro". (2) Así fue como manuscritos y escritos mecanografiados nos deslumbraron por su calidad y su cantidad, en una suerte de esplendor incomparable que confirmaba nuestra admiración por el hombre y artista que era y es en su obra.

Dejamos pasar un período para aquietar la pena y tomar distancia crítica que nos permitiera ver los textos como tales para reunirnos en la casa de su sobrino Samir Nazal Chacón, siquiatra y lúcido autor de una biografía novelada sobre el poeta, con el propósito de hablar sobre su figura e iniciar la fase lentísima del rescate de su obra, privilegiando la poesía como primera instancia.

Fue así como, entre otras propuestas aún en desarrollo, surgió el documental “Samir Nazal, poeta y maestro de poetas” del realizador Álvaro Gonzalez, y que se exhibió en parte durante el Homenaje “Samir Nazal: letra y vida”, que reunió a más de doscientas personas en la principal sala de eventos de la Biblioteca de Santiago en diciembre de 2008. En la ocasión, leyeron poemas inéditos jóvenes poetas y escritores que formaron parte de los talleres literarios que ofreció el escritor por más de tres décadas. Entre ellos, Amanda Durán, Feisal Sukhni, Mónica Montero y Macarena García.

Vivir, ¿cuándo comienza? (Poesía reunida)

La obra compilatoria reúne más de doscientos poemas en siete secciones agrupadas en torno a líneas temáticas que identifican una poética particularísima, de gran fuerza expresiva, desparpajo, desenfado e intensidad lírica que ya podemos llamar “nazaliana”, y que aborda mediante variadas formas poéticas el amor, el erotismo, la muerte, la vejez, el dolor, la compasión, la ternura y la escritura. Crónicas del desvivirse, Pastizales del Espejismo, La mirada de Adán, Litografías del exilio y Morada de lo inhabitable son parte de ella. En el corpus destacan, en una primera lectura, poemas como Salón, Mi gana es tu desgana, Si tú vinieras, cuánta fiesta; Ojos abiertos, Dios se confiesa, Incursiones al verano, Decididamente también el mar se duerme, Whe shall overcome, Nonato, entre otros más.

Además, considera la edición un estudio sobre su poesía y notas aclaratorias que sustentan la construcción discursiva del carácter orgánico del corpus textual, así como también antecedentes del proceso de recolección, lectura, selección y transcripción de textos poéticos inéditos –que exige siempre tiempo y pausa para la visión orgánica en la conformación de un libro de poemas- se convierte en una responsabilidad que obliga a reflexiones, determinación de criterios estéticos-literarios y fidelidad al extenso acopio de originales, muchas veces acompañados por más de una variante y escritos por el autor en distintas épocas de su vida, algunos poemas fueron escritos en las décadas de los 60 y 70, y otros incluso meses antes de su fallecimiento.

1993: Año del encuentro

Lo primero que conocí de él fueron advertencias de la severidad con que criticaba los textos literarios que leía y calificaba con juicio crítico insobornable, la brillantez de su intelecto y la capacidad para captar el talento literario cuando existía. Más adelante comprobé que era cierto, enriquecida la visión con su personalidad que cautivaba a todo el mundo. Uno no era el mismo después de haberlo escuchado y de haber recibido el consejo generoso de su intelecto. Me decidí entonces a enviarle el original de Alalia, mi primer libro de poemas que Samir Nazal prologó y presentó en el Centro Cultural de España el 14 de julio de 1994.

Era 1993 y yo había cumplido los 17 años cuando le envié libro empastado con letras doradas borrándose, en cuyo interior figuraban ilustraciones a grafito y un orden que yo ingenuamente creía terminado. Al pasar los días, recibí una invitación suya para visitarlo en una “librería de viejo” de la calle Manuel Montt, frente a Providencia. Y fui. Más allá del primer temor de su crítica, tenía ansias de conocerlo. Ya me era mítico y quería saber más sobre él. Nunca he conocido a nadie más afectuoso en mi vida, más alegre y más elocuente frente al amor a la vida. Gustaba de abrir las puertas de su casa a quien lo visitara. Y se convirtió rápidamente en padre de aquellos que no lo tuvimos. Generoso hasta la saciedad, preocupado de cada paso de nuestros destinos más privados y públicos; conversador y entusiasta, lúdico, ingenioso, artístico, trágico, malhablado y solemne, fluía naturalmente nuestra admiración en cada conversación que fue sumando años y años de gran aprendizaje. Discutíamos en torno a la obra de autores que él mismo nos iba presentando en las sesiones: Vallejo, Tabucchi, Cernuda, Pizarnik, Maiakovski, Ginsberg, Mistral, Kerouac, sólo por nombrar algunos. El poeta Armando Uribe declaró que “era una de las personas más ecuánimes que he conocido en mi vida. Conversar con él era una manera de alimentarse intelectual y espiritualmente".

Aparecí en la librería con timidez. Él me indicó una silla, me saludó afectuoso y me dijo "eres un palabrero, pero un gran poeta. Hay que pulir mucho". Luego hablamos de lecturas, de proyectos, de ideas y me desafió a continuar de memoria la lectura de algunos poemas de Gabriela Mistral que él admiraba mucho. Tuve suerte. Al cabo de dos o tres versos dichos por él, yo continué de memoria los que restaban para concluirlos. Esa mañana fue inolvidable. Aún lo veo reír, encantarse verso a verso, café tras café, palabra tras palabra. Yo estaba maravillado con su conversación, fue un "satori" (como decía él, es decir, "una iluminación") sentirme al fin al centro del corazón de mi familia. Lo supe un padre y amigo de inmediato. Y lo seguí siempre, durante los quince años restantes de su vida carnal.


Primeros atisbos de la memoria


Más adelante, conocí varios de sus amigos más cercanos y compartí a menudo con su entorno cultural y personal como Andrés Pérez, León Pascal, Daniel Pizarro, Manuel Peña Muñoz, entre tantos otros. Me hizo partícipe de lecturas públicas, conocí junto a él a Jorge Teillier; también me instó a trabajar de modo sistemático en mis poemas; pasamos muchas noches leyendo, riendo, llorando, contándonos historias, analizando lo inmediato, acechados siempre por el amanecer. Corregimos con entusiasmo mi segundo libro El amor insecto y pasamos juntos historias que poco a poco irán aflorando. Pero fueron años de gran fuerza, de "tristuras" como él las llamaba y de la "fiesta de vivir" a que siempre me invitó.

Cuando cumplí 30 años, y yo anhelaba trabajar en el tercer libro, me entregó la libertad para trabajar solo, porque, en palabras suyas, ya estaba preparado para ello. Quince años de taller le parecieron suficientes. Según sus palabras, era impresionante cómo yo llegaba hasta su casa con textos nuevos, haciendo correcciones que él habría determinado para ese proyecto poético. También le ha ocurrido a otros escritores y poetas jóvenes de la época, algunos de la Generación de los 90 que, al igual que yo, recibimos de él tanto que agradecerle. Quienes lo conocieron de verdad, saben lo que nos significamos uno para el otro. No corresponde que yo haga alarde de ello. Me quedo con su imagen viva, el llanto sin parar que me dejó su muerte, el júbilo de ser uno de sus discípulos más próximos y la poesía como destino que, al abrir la puerta de su departamento, me regaló para toda la vida. Recuerdo, por ejemplo, la lectura que hizo de su "Gente sola", transcrito para estas notas. Para mí, y fuera del lazo afectivo que me une a él, su obra literaria permitirá a los lectores y críticos de poesía no sólo conocer su talento, la precisión lírica y el tratamiento visionario de un universo poético provisto de gran fuerza expresiva, sino que también instalará su voz entre los grandes poetas chilenos del siglo XX, condición de la que él mismo renegó y se marginó voluntariamente para vivir concentrado en su obra y en la de los demás. Su presencia en la literatura chilena recién comenzará a conocerse y valorarse cuando se publique Vivir, ¿cuándo omienza? (Poesía Reunida), porque, concordando con el periodista Rodrigo Quiroz Ortiz de La Nación, Samir Nazal es “el secreto mejor guardado de la literatura chilena”.

NOTAS

1. Las notas que se presentan a continuación constituyen los primeros acercamientos a lo que será la primera edición de la obra poética de Samir Nazal bajo el título de Vivir, ¿cuándo comienza? cuya edición está a cargo del escritor, periodista y guionista Daniel Pizarro y del poeta y académico de literatura Cristián Basso.

2. Daniel Pizarro es periodista (Universidad de Santiago de Chile), guionista y autor del libro de cuentos La Carta Propia (Ril Editores, 1993) y de la novela Plaza del Sol Nocturno (RIL Editores, 2003). Obtuvo la Beca de Creación Literaria del CNCA para la escritura de su segunda novela.

3. Declaración del poeta Armando Uribe en el reportaje del periodista Rodrigo Quiroz Castro: “El secreto mejor guardado de la literatura chilena”, Diario La Nación, 8 de junio de 2008.

ARTÍCULO PUBLICADO EN LA REVISTA HERENCIA (Universidad de las Américas, 2011)

11 de enero de 2011

"Escribir mal", un artículo de Andrés Neuman



Transcribo un breve artículo del lúcido escritor argentino radicado en Granada Andrés Neuman, disponible en su página web http://www.andresneuman.com/hemeroteca/revistaenie_detalle.php?recordID=16. Me parece un texto excelente para empezar otro de escritura.


Está de moda, sobre todo si se es joven o se desea llamar la atención, defender el descuido formal. Le atribuimos un equívoco prestigio a quien, incluso antes de haber logrado una página aceptable, desdeña la escritura elaborada. Empiezan a sonar correctas ciertas previsibles poses incorrectas. En semejantes circunstancias, podría resultar original la reivindicación del estilismo.




En otros gremios menos cínicos, a nadie se le ocurría sostener: «Cocinar bien es una cursilada». O: «Lo que me interesa es jugar mal al fútbol». O: «Las cirugías perfectas están anticuadas». Otra cosa muy diferente sería plantearse en qué consiste escribir bien. Pensar los delicados equilibrios entre el perfeccionismo y la libertad formal.




¿Qué sería, para mí, escribir bien en el mal sentido? Hacerlo como Mallea, Amado Nervo, Azorín, Antonio Gala. Heredando clichés, reproduciendo fórmulas consideradas de buen gusto. ¿Y escribir bien en el buen sentido? Hacerlo como Borges, Nabokov, Onetti, Valle-Inclán. Desautomatizando la prosa. A medida que se hace mármol, nos vamos olvidando de que Borges no fue un estilista ortodoxo: su castellano era tenso, anómalo y oblicuo. O de que Nabokov cultivó un inglés tan esmerado como extranjero.




La imperfección tiene poco que ver con la negligencia. Ningún texto suena más fresco por corregirlo menos. Al revés, lo primero que surge es la idea consabida, la frase prefabricada. Igual que la naturalidad se logra puliendo, la espontaneidad suele ser fruto de la paciencia. Aira o Fogwill jamás escriben mal: escriben raro. No son incapaces de escribir con excelencia: ya no se conforman con eso. Se han ido desprendiendo de sus perfecciones. En la transformación estilística operada desde Ema la cautiva hasta El tilo, por ejemplo, puede apreciarse con claridad ese proceso. Que hace de la desprolijidad un complejo punto de llegada, no un cómodo punto de partida. El síndrome adolescente, entonces, estaría en pretender que uno está de regreso de lugares formales a los que jamás ha ido. Mientras tanto, el lenguaje se aburre esperando a que lo exploren.

2024: aniversario de «Alalia»

(Ilustración de la artista francesa Clo Guigues) SONIDO     Una lengua de pájaro -el verde-. La lluvia en su casa   -y en la mía-; dos ojos ...