15 de septiembre de 2008

Lanzamiento editorial: Annamaria Barbera Laguzzi presenta su novela "Ningún lugar para el sol"


Este miércoles 24 presentamos en el Istituto Italiano de Cultura, junto al poeta Juan Antonio Massone, la novela "Ningún lugar para el sol" (Ediciones Mar del Plata). Parte de mi intervención es lo siguiente:
Presentación, por Cristián Basso Benelli
Mi acercamiento a Ningún lugar para el sol que festejamos hoy en esta casa, cobijo y espacio de encuentro para muchos de nosotros, respondió a un paradigma de lectura diferente. Debí acercar el oído a cada momento en que los personajes intervenían, pero más aún a lo que no decían o no manifestaban en los diálogos. El paradigma escogido exigía subir los Alpes Piamonteses y obligarse al silencio de un momento histórico. Y así partí al propio “horizonte de expectativas” que mentó el lúcido Hans Robert Jauss. Esto es, un desplazamiento hacia los efectos que en mí como lector produjo.
Conocía a cabalidad otros textos escritos por nuestra querida Annamaria Barbera, aquellos fortísimos versos en que ella misma nos hacía repetir que la muerte no era nada, pero que de algún modo vuelve a asomarse en cada paso que damos en su novela.
La Italia se retoma en el trasfondo de la historia como un mandato creativo en su producción literaria o, mejor dicho, la enunciación de una serie de estampas narrativas que dibujan los recuerdos y nos transportan a un momento histórico de Europa en que la guerra puso a prueba a nuestros ancestros y los sometió a severas bifurcaciones del destino.
Inolvidables resultan personajes que forman verdaderos ideales y contención de deseos: Giulia, Concetta la pitonisa, Antonio o Pippo como se llamará después, Mariagrazia acompañada de Zinia y Filippo, Fra Genaro, Rossa, Marco, Domenico, Ginetto. Cada cual intenta sobreponerse a la muerte que oficia de telón de fondo a medida de que las páginas avanzan.Todos ellos protagonistas de anécdotas o sucesos simples y mágicos a la vez. Es muy rica en detalles la construcción novelesca que nos envuelve. Parece que oímos directamente el tradicional O bella ciao de los partisanos, que sentimos el aire fresco de las estaciones en Piamonte, que creemos en Splorcia, que vemos el jardín de los relojes, que cruzamos el puente de piedra, que viajamos en tren a Rusia, que oímos el cuento del Monje Siemprealegreque vemos brillar el sol en las hojas de un roble, que oímos a la mujer que llora, que nos asombramos con el hallazgo, que celebramos Navidad en el campo de batalla…y más aún.

Pero entre todos, Francesco Santini -a mi juicio- es el personaje más entrañable y logrado de la narración. Es él a quien la vida lo enfrenta primero a la enseñanza como labor de entrega y luego al campo de batalla. Pregunta Zinia a su madre:

“-Mamá, ¿por qué tuvo que irse el maestro si lo necesitamos en las escuela?- inquirió mientras su madre abría la puerta de la casa.
- Debe hacer la guerra como todos; hacen falta brazos en el frente de batalla. Ya habrá tiempo de estudiar cuando todo termine. Y no te quedes ahí mirando, ve a traer agua del pozo, que se hace tarde.

Y así podríamos conversar toda una velada sobre cada detalle que se concentra en la ilación de los párrafos. Basta pensar en Giulia. Recuérdenla cuando lean la novela. Ella se nos queda como todo el paisaje de una Italia que debió renacer.

11 de septiembre de 2008

Liceo Darío Salas convoca a la versión 2008 del Concurso Literario Cristián Basso




















Discurso escrito para la primera versión

Me senté a escribir estas palabras en lo sagrado de la medianoche, y soy el primero en estrechar este día el honor de entrar a mis años juveniles más próximos en nuestro Liceo Darío Salas, en el festejo de su 59 aniversario, a la par de las nuevas voces que hoy serán justamente premiadas en el primer concurso literario que por gran estimación lleva mi nombre.

Agradezco a las autoridades presentes, a los profesores y profesoras, al Departamento de Lengua Castellana que dirige la inolvidable maestra Patricia Frola y, especialmente, a la profesora Alejandra Rodríguez, amiga de años que permanece con su voz y su escritura, y a quien debo la gestación de este momento. Agradezco este viaje que desde la festividad me devuelve los colores de mi educación media, lo vivido por mis hermanos Maximiliano y Boris, también darianos; trayéndome con ello en el vuelo del recuerdo a compañeros y gente amiga que me brindó gran parte de lo que hoy camina conmigo por el mundo.
Regreso a la verdadera poesía, la escrita en la adolescencia, la primera poesía de todo poeta que no se sabe promesa porque es ya una realidad. Regreso a la pasión por escribir y al deseo loco de la eternidad que animó mis poemas en las clases impartidas por entrañables figuras pedagógicas que hoy nos acompañan, de las cuales recibí la palabra creadora y el impulso casi primigenio de la estampa dariana. Porque es así…nunca un dariano deja de serlo totalmente, siempre lo sigue orgulloso su origen, y así lo he comprobado en mis escrituras, mi oficio y mis viajes…
En toda parte me he encontrado con un dariano, contribuyendo a humanizar y alejando excesivos individualismos, desde aquella época en que la hazaña de un premio de poesía iberoamericano me honraba desde Europa, gracias a la vaticinadora insistencia del profesor Matus que confió en mi poesía y me instó a participar, como a ustedes este certamen de aniversario.Ahora, tras recibir la generosa invitación del liceo, me asaltaron de pronto una palabras bandidas…unas palabras que orbitaron en mi anhelo de volver a decir, de re-crear, de sentirme dariano como entonces; saberme formado en esta tierra educativa que proyecta más allá…No quiero con esto caer en los lugares comunes del halago gratuito y de los lagrimones nostálgicos que tanto consuelan al solitario, pero es inevitable para mí valorar alrededor de los días que pasan esta fiesta que fue partir sin abandonar las vitales enseñanzas recibidas. Permítaseme, entonces, la vuelta de mirada…
Aún en mí viven los amaneceres de escritura trepidante en medio de una lección de matemática, la biblioteca a la cual entré muchas veces a recibir el fuego vivo de nuestros autores nacionales y de aquellos que navegaban en las aguas vanguardistas del pasado. Regreso a este auditorio en el cual muchas veces leí aquellos textos gestados en la sala de clases, en los cuadernos ajados por la travesía de viajar desde muy lejos hasta aquí; las conversaciones en el patio central, las comunicaciones, las rebeldes ocurrencias de apagar la luz en las tardes de invierno, la subjetividad del aburrimiento y la sorpresa de la sabiduría, los diálogos con mis pares, ansiosos de ser adultos de golpe, indignados muchas veces con el acontecer histórico, motivaciones que alentaron mis primeros accesos a la literatura, tal como ocurre con los poetas y narradores que hoy llevan la responsabilidad del nombre de nuestro Liceo Darío Salas, como también de la nutricia literatura chilena. Para ellos va mi primer reconocimiento.
Tenemos en nuestra mente y nuestra alma la suficiente fuerza para resistir el suelo resbaladizo. Tenemos la posibilidad de recuperar los sueños y rejuvenecer cuando se cumplen 58 años, como si una magia se nos fuera concedida para fortalecer el prestigio que nos hizo formarnos aquí y que depende tanto de los alumnos, aquellos que ya estuvimos presentes como aquellos que están aún. Tenemos la posibilidad de entender que hoy somos darianos y que esa impronta nunca nos dejará. Tenemos la certeza de no caer en el recuerdo fácil los que ya seguimos nuestro carro; pero tenemos en ustedes sobre todo la certeza del hombre y de la mujer justos, libres y valorativos de lo humano.
José Hierro, el poeta-puente de España, apunta en unos versos que para cantar hay que vivir. Creo, firmemente, que ese canto hoy regresa para quedarse con nosotros que estuvimos esperando su llegada. Un canto que rompa el silencio y nos devuelva a creer. La posibilidad de recuperar nuestros más hidalgos valores como caballeros de nuestro tiempo, como entendedores de nuestra responsabilidad social, como artistas y hombres que asumimos sin temor el develar las crisis de nuestro tiempo.

Muchas gracias,
C.B.B.

Es tiempo de Samir Nazal: tras su muerte renace su obra literaria


Los miércoles de Samir


Los miércoles siempre fueron de Samir. No sé qué había en ellos, pero solían congregarnos en su departamento de Toesca, en la delicia del fresco aire del alba, tras noches vivas de conversación, confidencias, poesía y mucha Mistral desde el inicio. Y como fueron días suyos, murió el miércoles 4 de junio de este año. Somos varios los inconsolables, están nombres presentes. No nombraré ninguno por ahora, para no olvidar a nadie. Sólo mencionaré el cobijo y el cariño con que su familia nos ha tratado a los hijos putativos. Gracias Samir-sobrino, gracias Ramsa, gracias a todos y todas. Gracias a Virginia. A tantos. Abrazos fuertes.


Con Samir
No sé qué acordaron nuestros destinos para darnos la gracia del encuentro en el glorioso año del encuentro de 1993, cuando aún yo era un alumno que no soltaba la bufanda ni la escritura de poemas en cuadernos de liceo, y me empezaba a familiarizar con el café fresco y los berlines de crema conque me esperaba en ese espacio edénico mi gran maestro, mi fidelísimo padre, mi dador de palabras y ritmos, hasta ahora que ya no puedo gritar desde la calle que me lance las llaves para subir a abrazarlo y recibir sus ritos de afecto para el hijo suyo que soy y que ha quedado a la deriva, aunque la fuerza suya me siga latiendo como un verso nuevo.


Lo primero que conoció de mí fue una edición hechiza de Alalia, mecanografiada en una Underwood heredada de mi tía abuela Alisa, que le llevó un amigo de mi hermano gemelo; lo primero que conocí de él fueron advertencias ante su juicio crítico, la brillantez de su intelecto y la severidad conque podía abordar la lectura de mis textos. Tuvo durante unas semanas el libro empastado con letras doradas borrándose, en cuyo interior figuraban ilustraciones a grafito y un orden que yo ingenuamente creía terminado. Al pasar los días, recibí una invitación suya para visitarlo en una librería de viejo de la calle Manuel Montt, frente a Providencia. Y fui. Más allá del primer temor de su crítica, tenía ansias de conocerlo. Ya me era mítico y quería saber más sobre él. Nunca he conocido a nadie más afectuoso en mi vida, más alegre y más pro-amor a la vida. Gustaba de abrir las puertas de su casa a quien lo visitara. Y se convirtió rápidamente en padre de aquellos que no lo tuvimos. Generoso hasta la saciedad, preocupado de cada paso de nuestros destinos más privados y públicos; conversador y entusiasta, lúdico, ingenioso, artístico, trágico, malhablado y solemne. Admirable en cada conversación.


Aparecí en la librería con timidez. Él me indicó una silla, me saludó afectuoso y me dijo "eres un palabrero, pero un gran poeta. Hay que pulir mucho". Luego hablamos de lecturas, de proyectos, de ideas y me desafió a continuar de memoria la lectura de algunos poemas de Gabriela Mistral que él admiraba mucho. Tuve suerte. Al cabo de dos o tres versos dichos por él, yo continué de memoria lo que restaba para concluirlos. Esa mañana fue inolvidable. Aún lo veo reír, encantarse verso a verso, café tras café, palabra tras palabras. Yo estaba maravillado por su conversación, fue un "satori" (como decía él, es decir, "una iluminación") sentirme al fin al centro del corazón de mi familia. Lo supe un padre y amigo de inmediato. Y lo seguí siempre, durante los quince años restantes de su vida carnal.


Primeros atisbos de la memoria
Más adelante, conocí varios de sus amigos más cercanos y compartí a menudo con su entorno cultural y personal como Andrés Pérez, León Pascal, Daniel Pizarro, Luis Alberto Mansilla, entre tantos otros. Fui un hijo que educar. Y me educó hasta el último día que compartimos. Me hizo partícipe de lecturas públicas, me instó a trabajar de modo sistemático, pasamos muchas noches leyendo, riendo, llorando, contándonos historias, analizando lo inmediato, acechados siempre por el amanecer. Corregimos con entusiasmo mi segundo libro y pasamos juntos historias que poco a poco irán aflorando, tras las pausas del dolor que me impiden escribirlas por ahora. Pero fueron años de gran fuerza, de "tristuras" como él las llamaba ; y de la "fiesta de vivir" a que siempre me invitó. Cuando cumplí 30 años, y yo anhelaba trabajar en el tercer libro, me entregó la libertad para trabajar solo, porque ya estaba preparado para ello. Según sus palabras, era impresionante cómo yo llegaba hasta su casa con textos nuevos, haciendo correcciones que él habría determinado para ese proyecto poético. También le ha ocurrido a otros escritores y poetas jóvenes de la época, algunos de la Generación de los 90 que, al igual que yo, recibimos de él tanto que agradecerle. Quienes lo conocieron de verdad, saben lo que nos significamos uno para el otro. No corresponde que yo haga alarde de ello. Me quedo con su imagen viva, el llanto sin parar que me dejó su muerte, el júbilo de ser uno de sus discípulos más próximos y la poesía como destino que, al abrir la puerta de su departamento, para toda la vida me regaló. Recuerdo, por ejemplo, la lectura que hizo de su "Carne sola". Para mí, y fuera del lazo afectivo que me une a él, es uno de los más grandes escritores de la lengua española actual.


Extrañamente, este año fue el del desprendimiento. Amar al maestro y desprenderse de él es uno de los sinos más dolorosos a que me enfrentó Samir. Era el costo de acompañarlo tanto. Durante los dos últimos meses yo trabajé en silencio mi tercer libro, pensando que esta vez Samir debía conocer el resultado y juzgar el proceso. Sentí que debía liberarlo del agobio de pulir, pero una semana antes de llevárselo, él moría en su cama. Quizás haya sido una aprobación para el texto. No lo sé, pero fue increíble leer después de enterarme de la horrenda noticia de la "disgregadora impura", todo el sentido que alcanza aquel poema. Quedo con la satisfacción de que no es un poema post-mortem pensando en él. No. Es un poema que tendré que leérselo apenas nos encontremos otra vez. Bendito seas donde estés, adorado y admirado padre mío. Nos quedará levantar la casa del fulgor de tu obra literaria. El mundo recién presiente esa avidez.

2024: aniversario de «Alalia»

(Ilustración de la artista francesa Clo Guigues) SONIDO     Una lengua de pájaro -el verde-. La lluvia en su casa   -y en la mía-; dos ojos ...